viernes, 9 de julio de 2010

¿Maya?

No lo entiendo. ¡NO LO ENTIENDO!

Hoy, he ido con mi señora madre a comprar. Bueno a cargarle las bolsas más que nada, porque comprar, lo que se dice comprar, compraba ella. De vuelta a casa, una simpática abeja, a la cual he bautizado como Rosita se ha empecinado en seguirme. Y la llamo Rosita, porque a todo lo que aparece de pronto en mi vida le doy ese nombre. Es una tara que tiene su explicación, pero casi que la dejo para otro día. En fin, que al bichejo le ha dado por seguirme. Aquí han quedado dos cosas bien claras:

Primera.- que llevaba comida en las bolsas. Y es que es un mal inevitable. Si estás en la calle y sacas comida, aparece una abeja... SIEMPRE.

Segunda .- era un abejo macho. ¿Por qué? Pues porque por todos es sabido que el cosmos JAMÁS permitiría que una hembra, sea de la especie que sea, me siga específicamente a mí.

He estado varios minutos cagándome en todo lo cagable y tratando de aplicar las técnicas de César Millán (el encantador de perros) para doblegar el instinto del animal. Pero seamos sensatos, una abeja no es un perro y por mucha mirada de indiferencia que pongas y aunque no establezcas contacto visual (tal y como recomienda el señor Millán), pues no he conseguido ser la líder de mi manada, y el bicho seguía tocándome las pelotillas.

Al ver mi desesperación, mi madre, con una templanza digna de un maestro Jedi, me ha mirado y me ha dicho un directo:

"Muérdete la lengua. Así se irá"

Y lo he hecho. Y se ha ido. Y yo he flipado en colores.

Así que lo tengo claro. A partir de ahora, cada vez que vaya a heterolandia de fiesta y se me acerque el baboso de turno a palparme sin mi autorización, ya sé lo que tengo que hacer. Morderme la lengua.

Eso sí, corro peligro de envenenarme...



"you can't deny the facts of life"

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